
Por fin he salido del pequeño castillo oscuro y no sé por cuánto tiempo será esta vez. Pero lo que aún no puedo entender (y creo que nunca lo haré) es el por qué solo salimos a pelear, y siempre contra el mismo enemigo; nuestros acérrimos rivales, con quienes, desgraciadamente, estamos destinados a compartir nuestro palacio por la eternidad.
Cada bando define su estrategia, el juego bélico está por comenzar. El primer paso lo doy yo; tratando de lograr un poco de ventaja sobre el adversario y esperando no provocar que el derramamiento de sangre manche la blanca vestidura de mi tropa. Como era de esperarse, este paso desencadenó movimientos al horizonte.
Poco a poco, la intensidad de la batalla se fue incrementando; a tal grado de necesitar el apoyo de la nobleza. La zona de guerra se transformó en un sanguinario vaivén; del cual, era un observador más al contemplar a lo lejos cómo el Suroeste se convertía en cómplice del cobarde asesino de uno de mis compañeros.
La lucha tomó nuevos caminos, todo mi ejército estaba decidido a vencer la contienda, el primer paso fue que nuestra caballería derrocara a una de sus torres, para obtener una mejor posición. Obligado, me convertí en anzuelo; papel que estuve dispuesto a tomar para ganar la justa. Temeroso de mi destino, divisé, frente a mí una soberbia señora de negro que me acorralaba lentamente. Lleno de valor, di la señal para que atacaran a su líder; fue entonces cuando fui apuñalado en la parte baja de mi pecho; pero agonizante pude ver al fin, cómo caía el cetro del gran señor, pues al verse aislado y sin salida, aceptó su derrota; entonces ahí y casi a punto de morir llegó a mí, el delicioso aroma del triunfo. Hoy no regreso con vida al castillo, lo único que sé, es que volveré a salir, quizás con otra suerte y nuevos enemigos, pero con un mismo coraje y corazón. Yo no elegí lo que soy, pero lo acepto, pues se ha convertido en mi eterno destino.
Mario Alberto Quiñónez Ayala.
Cada bando define su estrategia, el juego bélico está por comenzar. El primer paso lo doy yo; tratando de lograr un poco de ventaja sobre el adversario y esperando no provocar que el derramamiento de sangre manche la blanca vestidura de mi tropa. Como era de esperarse, este paso desencadenó movimientos al horizonte.
Poco a poco, la intensidad de la batalla se fue incrementando; a tal grado de necesitar el apoyo de la nobleza. La zona de guerra se transformó en un sanguinario vaivén; del cual, era un observador más al contemplar a lo lejos cómo el Suroeste se convertía en cómplice del cobarde asesino de uno de mis compañeros.
La lucha tomó nuevos caminos, todo mi ejército estaba decidido a vencer la contienda, el primer paso fue que nuestra caballería derrocara a una de sus torres, para obtener una mejor posición. Obligado, me convertí en anzuelo; papel que estuve dispuesto a tomar para ganar la justa. Temeroso de mi destino, divisé, frente a mí una soberbia señora de negro que me acorralaba lentamente. Lleno de valor, di la señal para que atacaran a su líder; fue entonces cuando fui apuñalado en la parte baja de mi pecho; pero agonizante pude ver al fin, cómo caía el cetro del gran señor, pues al verse aislado y sin salida, aceptó su derrota; entonces ahí y casi a punto de morir llegó a mí, el delicioso aroma del triunfo. Hoy no regreso con vida al castillo, lo único que sé, es que volveré a salir, quizás con otra suerte y nuevos enemigos, pero con un mismo coraje y corazón. Yo no elegí lo que soy, pero lo acepto, pues se ha convertido en mi eterno destino.
Mario Alberto Quiñónez Ayala.
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He de aclarar que el cuento que subí NO es mío, pero me encanta!!! ^·^ Lo leí a los 13 años y me encantó. O O Y he de atreverme a decir que es de mis cuentos favoritos. xD Uxa, que marcó mi adolescencia... O o